🎵 "Adoro" de Armando Manzanero: El bolero que acaricia el alma

Hay nombres que no se desgastan con el paso del tiempo, sino que se cincelan más profundamente en la memoria colectiva. Uno de esos nombres es Agustín Lara, el poeta del piano, el cronista de las pasiones, el Flaco de Oro que transformó la noche en melodía y la nostalgia en verso.
El hombre detrás del mito
Nacido un 30 de octubre de 1897 en Tlacotalpan, Veracruz, Agustín Lara no fue sólo un compositor: fue un creador de atmósferas. Su infancia fue difícil, marcada por la orfandad materna y por un carácter que oscilaba entre lo bohemio y lo indomable. Su primer contacto con la música fue autodidacta, explorando pianos ajenos, aprendiendo en los cabarets de la Ciudad de México lo que ninguna escuela le enseñaría: el pulso del alma popular.
Su rostro delgado, su voz ronca y su traje impecable eran parte de una figura que parecía salida de una película de cine negro. Pero cuando sus dedos tocaban el piano, surgía la magia: boleros, pasodobles, tangos y canciones que hablaban de amor, dolor, ciudades y mujeres inolvidables.
El compositor de todos
Escribió más de 700 canciones, muchas de las cuales se convirtieron en clásicos indiscutibles: Solamente una vez, Granada, María Bonita, Piensa en mí, Noche de ronda, Veracruz, entre muchas otras. Cada canción era una postal sonora, un retazo de una historia que todos creían haber vivido.
“Granada”, por ejemplo, es una oda a la ciudad andaluza que terminó siendo adoptada por tenores de todo el mundo. “María Bonita” fue escrita para su gran amor, María Félix, la diva del cine mexicano, a quien amó con tanta pasión como tormento.
Un estilo inconfundible
Lara no necesitaba grandes orquestaciones para tocar el corazón. Con unas pocas notas al piano y letras cargadas de imágenes poéticas, creaba universos. Su estilo era dramático, elegante, y profundamente romántico. Cantaba al amor con una melancolía que lo hacía eterno.
Nunca aprendió a leer música formalmente, pero no le hizo falta. Componía desde el alma, dictando sus obras a los músicos que lo acompañaban, como si cada canción ya viviera dentro de él.
Amores, escándalos y leyenda
Su vida fue tan intensa como su obra. Se casó múltiples veces, fue amigo de presidentes, ídolo de artistas y personaje habitual de los salones nocturnos. Vivió entre la gloria y el escándalo, entre el piano y la prensa rosa. Y sin embargo, cada historia de Agustín Lara terminaba siempre en una canción.
Cuando murió en 1970, México perdió a uno de sus mayores compositores, pero su voz quedó flotando en los bares, en las serenatas, en los teatros y en el alma popular.
Agustín Lara hoy
Hoy, las nuevas generaciones lo descubren con la misma sorpresa con que sus contemporáneos lo escuchaban por la radio. Sus canciones han sido versionadas por Plácido Domingo, Luis Miguel, Natalia Lafourcade, Caetano Veloso, Andrea Bocelli… y siguen viajando, como él lo hacía en tren o en versos, por el mundo entero.
Porque hay canciones que no pasan de moda. Hay amores que no envejecen. Y hay artistas que no mueren: Agustín Lara es uno de ellos.
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